El diario de Valentín

Es difícil vivir sin mamá, pero me voy acostumbrando.

Hoy es un día de sol, y los días de sol son buenos para mamá, ella sonríe. Y si ella sonríe, también sonríen papá y mi hermano Agustín. Y yo también.

A mí me gusta que mamá sonría y que me cocine los huevos con jamón. En el colegio comemos bien, pero siempre es mejor la comida de mamá.

Ayer jugué con el perro de Tomy, no había sol. Estábamos en la puerta y las nenas de la casa de enfrente nos invitaron a cruzar la calle, pero mamá no me deja cruzar la calle, tiene miedo de que me pase algo y que no vuelva más.

Como Lucy.

Yo extraño a Lucy, aunque no la conocí mucho, porque era muy bebita cuando no volvió más. Tenía los ojitos azules y no decía nada porque los bebés no hablan. Mi papá me dijo que yo tampoco hablaba y que ellos me enseñaron. Ahora la seño Jime nos está enseñando muchas palabras más, y nos dijo que escribiéramos cualquier cosa en un papel largo y blanco, sin renglones. Me parece que los renglones son para que no se nos escapen las palabras por arriba y por abajo, para que escribamos siempre bien. La seño quiere que escribamos como nos guste, así probamos. Eso lo dijo antes del recreo: «chicos, vamos a escribir sin renglones en nuestras casas, y no vamos a mostrar a nadie lo que escribimos hasta que estemos todos juntos».

Este papel lo saqué del cajón del escritorio de papá, había sol así que papá también estaba sonriendo y me dio permiso. Me preguntó si iba a dibujar algo y le dije que no, que tenía que escribir sin renglones. Se rio mucho y me dio también este lápiz que tiene una punta con tinta. En el colegio todavía no nos dejan escribir con tinta porque ensuciamos todo.

Me hubiera gustado que Lucy aprendiera a escribir, pero ni siquiera llegó a hablar. Sí que sonreía y tiraba baba, y mamá y papá se reían mucho. Estaban muy muy contentos cuando nació Lucy, y yo también. Le habíamos preparado una cunita al lado de mi cama, porque Agustín ya es más grande y duerme en el otro cuarto, él va al colegio de los grandes y escriben con renglones y sin renglones y todos ya saben mucho de muchas cosas. Yo todavía no sé tanto de muchas cosas. Tampoco sé por qué se fue Lucy.

Le dije a la seño que iba a escribir sobre Lucy, y ella me acarició la cara y yo vi que sus ojos se ponían nublados, así como los de mamá cuando llueve.

Cada vez que nombro a Lucy la gente se pone triste, y ellos me ponen tristes a mí, porque yo me acuerdo de Lucy y en realidad sonrío. Pero como tampoco sé por qué se fue y cuando le pregunto a mamá no me lo dice, entonces ahí me siento triste. Después salgo a jugar con Tomy y se me pasa, y me encanta su perro porque es marrón con manchitas blancas y es muy bonito. Juega con nosotros, me hubiera encantado que Lucy estuviera jugando también. Seguro que mamá nos dejaría cruzar la calle con las nenas de enfrente, porque mamá no tendría tanto miedo si Lucy no se hubiera ido.

Papá Noel me trajo un monopatín de esos que se empujan. Dice papá que ahora vienen con electricidad, pero él me explicó que así es mejor porque entonces yo puedo hacer fuerza y elegir la velocidad. Me gusta mucho.

Tomy me dijo que su papá le había regalado un libro de figuritas, yo le dije que era Papá Noel y no su papá, pero él me dijo que eran lo mismo. No le creo. Yo estoy seguro que una vez vi a Papá Noel, lo escuché y lo vi, yo era más chiquito, pero Tomy parece que nunca lo ha visto, entonces confunde a Papá Noel con su papá. Yo no le digo nada, no me gusta pelear con Tomy ni con nadie. Mis papás no pelean, solo se quedan en silencio cuando están tristes, porque seguro extrañan a Lucy, pero nada más que eso.

Mi monopatín es rojo con unas rayas blancas. Mamá no me deja llevarlo al colegio, dice que es para usarlo en casa y en el barrio, yo pienso que tiene miedo de que me caiga y ella no esté para ayudarme.

El día que vino Papá Noel, le pregunté a papá si Lucy iba a recibir regalos y me dijo que no, que ella ya tenía muchos regalos en el cielo y que nos estaba mirando desde algún lugar. Vi que Agustín sonrió y se le pusieron los ojos así nublados como a la seño Jime cuando le dije que iba a escribir sobre Lucy.

Y Agustín dejó su teléfono y se levantó del sillón y me abrazó fuerte, bien fuerte. Me parece que él estaba triste, por eso cuando me abraza así yo lo dejo y lo abrazo por la cintura, porque Agustín es alto y yo todavía no lo paso. Cuando sea grande tal vez lo alcance. No quiero que Agustín se vaya con Lucy, porque entonces me quedaría más solo y si Tomy crece y también se va del barrio, ¿con quién voy a jugar? Si mi mamá no me deja cruzar la calle y las nenas no cruzan tampoco, entonces no podría estar con nadie.

Los nenes no queremos estar solos. ¿Dónde estará Lucy? ¿Estará solita? Eso sí me pone triste y siento que mis ojos también se nublan. Yo no quiero que esté sola, y le dije a mamá que no quiero que Lucy esté sola y ella me dijo que me quede tranquilo, porque está siempre bien y sonriendo y con mucha gente. ¿Qué gente?, le pregunté. Pero mamá no puede hablar bien de Lucy, se pone rara y me dice otras cosas, no sigue hablando de Lucy.

A papá sí le puedo preguntar más. Un día me contó que Lucy vino por poco tiempo porque ya nos había dado alegría a la familia y tenía que irse. ¿Adónde?, pregunté. ¿Por qué Agustín y yo no nos fuimos? Y papá respiró mucho y me dijo: no lo sé, hijo, no lo sé.

Yo creo que mis papás saben todo… todo, todo. Pero tal vez no. Yo soy muy preguntón, pero seguro es porque yo jugué con Lucy un tiempo y como ahora no puedo jugar con ella. Hago muchas preguntas.

La seño Jime, que me quiere mucho, siempre me responde algo. Ella me abraza y me dice que Lucy está muy muy bien, y que yo también volveré a jugar con ella algún día, pero que me falta mucho tiempo, que yo puedo seguir jugando con ella en mi cabeza, en las noches, y que le puedo hablar y decirle que estoy bien. Y escribirle, por eso hoy elegí escribir de Lucy. Es el mismo día que Jime nos dio la tarea.

Espero no tener muchos errores, pero la seño Jime es tan buena que no nos reta. Ella no tiene miedo como mamá, seguro que sus hermanos están con ella y ninguno desapareció un día en un hospital. Se lo voy a preguntar, porque se lo dije a Agustín y se rio mucho y me dijo que no preguntara esas cosas a gente que no conozco. Mi hermano no sabe que yo sí conozco a mi seño, mucho mucho.

Bueno, si Lucy me está leyendo, seguro está cerrando los ojos azules y se está riendo. Ojalá la pueda ver algún día, y ojalá mi mamá no espere un día de sol como hoy para sonreír como Lucy.

Extraño a mi mamá cuando estaba Lucy, cuando éramos tres. Seguro que Agustín también quiere ver a mamá como antes, pero bueno… La Seño Jime me dice que cuando sea grande voy a entender todo, que mis papás son muy muy buenos y que a veces se ponen tristes porque ellos también querían que Lucy estuviera acá.

Cuando viene Papá Noel, papá y mamá están raros. En el Año Nuevo también, y Agustín me hace reír mucho y me lleva afuera y buscamos a Tomy y a sus hermanos y a su perro Chaco.

Cuando es el cumple de Lucy, mamá enciende una velita distinta, es de color blanco y me explicó que es para celebrar su sonrisa. Eso me gusta. Yo la ayudo a encender esa velita. Agustín, no. Agustín se queda callado cuando mamá habla de Lucy.

Yo creo que Agustín tiene novia y se llama Melina o algo así. Todavía no lo sé, pero estoy investigando. Espero que no le de besos porque me da asco, y aparte a Lucy tampoco le gustaría.

Me voy a buscar a Tomy en el monopatín. Vamos a subirnos juntos, no le digo a mamá porque no le va a gustar. Mamá hoy sonríe, pero está cansada. La seño Jime me dijo que cuando sea grande voy a entender qué es estar cansado. Siempre cuando sea grande. Y yo no quiero ser grande, no me interesa. Así que pregunto y luego juego.

Lucy no fue grande nunca. Qué suerte tuvo Lucy.

Gracias, seño Jime.

Chau.    

Valentín.

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