Carta Abierta

Dicen por ahí que las casualidades no existen, y entre escritores sabemos cómo las palabras suelen atraer “con señales de humo” la ayuda que necesitamos para expresarnos. Caen como milagros inesperados cuando la mente queda en blanco. Así sin más, aparece alguien que nos dice algo que nos empuja, o llega a tiempo lo que necesitamos para concretar alguna idea que no lograba salir con claridad. En eso estaba una noche, intentando plasmar ideas sobre un tema en particular, cuando mi amiga María del Rosario me envía esta “Carta”, casualmente de un personaje que era el principal en mi relato. Claro que para comprender esta carta, hay que haber padecido a este personaje más de una vez, y es mi caso. Comprendí -quizás tarde- que era mejor escupir verdades ante un espejo, antes que publicar la aparición del personaje o lamentarse de él delante de los seres queridos, una y otra vez.

Desconozco a su autor/a, y mi amiga tampoco lo sabe.  Me tomo el atrevimiento de dejar de lado mi historia para compartir esta Carta Abierta a todo público.  Pido disculpas al narrador por tomar prestadas sus palabras; si supiera su nombre lo publicaría y de paso, aprovecho para coincidir y admirar la capacidad de ironizar algo tan simple, real y poco entendido.

Gracias María del Rosario por acordarte de mí 🙂

 

Hola,

Tengo muchos nombres: dolor de rodilla, grano, dolor de estómago, de cabeza, reumatismo, asma, alergia, mucosidad, gripe, dolor de espalada, ciática, cáncer, leucemia, depresión, angustia, ansiedad, migraña, tos, insuficiencia renal, diabetes, celiaquía, trombosis, hemorroides, dolor de…. Y la lista sigue y sigue.  Me he ofrecido como voluntario para el peor trabajo posible: ser el portador de noticias poco gratas para ti.

Tú no me comprendes, nadie me comprende. Tú piensas que quiero fastidiarte, echar a perder tus planes de vida, todos piensan que quiero entorpecerles, hacerles daño o limitarles. Y no, eso sería un completo disparate. Yo, el síntoma, simplemente intento hablarte en un lenguaje que comprendas, que entiendas.

A ver, dime algo: ¿Tú irías a negociar con terroristas, tocando a su puerta con una flor en la mano y una camiseta con el símbolo de «paz» impreso en la espalda? No, ¿verdad?

Entonces, por qué no comprendes que yo, el síntoma, no puedo ser “sutil” y “suavecito” cuando debo darte el mensaje… Me golpeas, me odias, con todo el mundo te quejas de mí, de mi presencia en tu cuerpo, pero no te tomas ni un segundo en razonar y tratar de comprender el motivo de mi presencia en tu cuerpo.

Sólo te escucho decirme: “Cállate”, “vete”, «te odio», “maldita la hora en que apareciste”, y mil frases que me hacen impotente para hacerte comprender. Pero yo debo mantenerme firme y constante, porque debo hacerte entender el mensaje.

¿Qué haces tú?  Me mandas a dormir con medicinas. Me mandas a callar con tranquilizantes, me suplicas desaparecer con antiinflamatorios, me quieres borrar con quimioterapias. Intentas día a día, taparme, sellarme, callarme. Y me sorprende ver que a veces, hasta prefieres consultar brujas y adivinos para que de forma «mágica» yo me vaya de tu cuerpo. Y yo, cuando mi única intención es darte un mensaje, soy totalmente ignorado.

Imagínate que soy esa alarma con sirena en el Titanic, esa que intenta de mil formas decirte que de frente hay un Iceberg con el que vas chocar y hundirte. Sueno y sueno por horas, por días, por semanas, por meses, por años, intentando salvar tu vida, y tú te quejas porque no te dejo dormir, porque no te dejo caminar, porque no te dejo trabajar, pero sigues sin escucharme…

¿Vas comprendiendo?

Para ti, yo, el síntoma, soy La Enfermedad.
¡Qué cosa más absurda! No confundas las cosas.
Y vas al médico, y pagas por docenas de consultas médicas.
Gastas dinero que no tienes en medicamento tras medicamento.

Y solo para callarme.
Yo no soy la enfermedad, soy el síntoma.
¿Por qué me callas, cuando soy la única alarma que está intentando salvarte?

La enfermedad eres tú, es tu estilo de vida, son tus emociones contenidas, eso sí es la enfermedad. Y ningún médico aquí en el planeta tierra, sabe cómo combatir enfermedades. Lo único que hacen es combatirme, combatir el síntoma. Callarme, silenciarme, desaparecerme. Ponerme un maquillaje invisible para que tú no me veas.

Y sí, está bien si ahora que lees esto, te sientes un poco molesto, sí. Esto debe ser algo como “un golpazo a tu inteligencia”.  Está bien si por ahora te sientes un poco frustrado. Pero yo puedo manejar tus procesos bastante bien y los entiendo. De hecho, es parte de mi trabajo, no te preocupes. La buena noticia es que depende de ti no necesitarme más. Depende totalmente de ti, analizar lo que trato de decirte, lo que trato de prevenir.

Cuando yo, el síntoma, aparezco en tu vida, no es para saludarte, no. Es para avisarte que una emoción que contuviste dentro de tu cuerpo, debe ser analizada y resuelta para no enfermarte. Deberías darte la oportunidad de preguntarte a ti mismo: ¿Por qué apareció este síntoma en mi vida?, ¿Qué querrá decirme? ¿Por qué está apareciendo este síntoma ahora?. ¿Qué debo cambiar en mí para ya no necesitar de este síntoma?

Si dejas este trabajo de investigación sólo a a tu mente, la respuesta no te llevará más allá de lo que has hecho años atrás. Debes consultar también con tu inconsciente, con tu corazón, con tus emociones.

Por favor, cuando yo aparezca en tu cuerpo, antes de correr al doctor para que me duerma, analiza lo que trato de decirte, de verdad que por una vez en la vida, me gustaría ser reconocido por mi trabajo, por mi excelente trabajo. Y entre más rápido hagas conciencia del por qué de mi aparición en tu cuerpo, más rápido me iré.

Poco a poco descubrirás, que entre mejor investigador seas, menos veces vendré a visitarte. Y te aseguro que llegará el día en que no me vuelvas a ver ni a sentir. Al mismo tiempo que logres ese equilibrio y perfección como “analizador” de tu vida, tus emociones, tus reacciones, tu coherencia, te garantizo que jamás volverás a consultar a un médico ni a comprar medicinas, al menos para callarme.

Por favor, déjame sin trabajo. ¿O piensas de verdad que yo disfruto lo que hago?
Te invito a que reflexiones, cada que me veas aparecer, el motivo de mi visita.
Te invito, a que dejes de presumirme con tus amigos y familia como si yo fuera un trofeo.
Estoy harto de que digas:
Ay pues yo sigo con mi diabetes, ya ves que soy diabético”.
Ay pues ya no aguanto el dolor en mis rodillas, ya no puedo caminar”.
Siempre yo con mis migrañas…»
Me presumes como si yo fuera un tesoro del cual no piensas desprenderte jamás.

Mi trabajo es vergonzoso. Y te debería dar vergüenza presumirme ante los demás. Cada vez que me presumes, realmente estás diciendo: “Miren que débil soy, no soy capaz de analizar ni comprender mi propio cuerpo y mis propias emociones, no vivo en coherencia, mírenme, ¡mírenme!”.

Por favor, haz conciencia, reflexiona y actúa.
Entre más pronto lo hagas, más rápido me iré de tu vida.

Atte.
El síntoma.

-Poli Impelli-

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.